martes, 31 de julio de 2012

La autoescuela de los Seat 600

El dueño de esta empresa es el presidente del Club Amigos de los 600. No da prácticas con estas antigüedades, pero permite pasear en ellos 


Encontrarse con un Seat 850 Spider del año 69 con el distintivo de una autoescuela no es muy común. ¿Quién querría sacarse el carné con esta reliquia? «Dar las prácticas con él no, pero quien quiera dar un paseo puede», tranquiliza Jesús González, el dueño de esta autoescuela de Leganés llamada "Alpujarras".

Esta joya automovilística es una de las nueve piezas de la colección de este abulense de 60 años. Curiosamente, Jesús es el presidente y socio fundador del Club Amigos de los 600 de Leganés, que cuenta con cerca de 200 socios activos.

Jesús es un amante de los cuatro ruedas. Su pasión la ha volcado en el trabajo que desempeña, la autoescuela, y en su hobbie, coleccionar clásicos y crear la asociación. «El Club lo monté con mi amigo Francisco Arroyo hace 20 años. Era el momento en que empezaban a verse cada vez menos 600. Decidimos crearlo para evitar que muriese este gracioso y valioso ejemplar», relata.
 
En busca de más 600

Motivados por la nostalgia comenzaron a dejar publicidad de la asociación en los cristales de los 600 con los que se topaban por toda la Comunidad de Madrid. «Mi trabajo, siempre en un coche, me permitía dar más fácilmente con ellos», explica Jesús.

Al cabo de dos años empezaron a convocar concentraciones de 600. Jesús cuenta en su haber con tres de estos modelos. El más antiguo, del año 47: «Es al que más aprecio tengo». También tiene de primera serie un 127, un R5, un Renault 4 latas, y un Ford Fiesta, entre otros.

Pero esta afición le ha llevado a tener que desprenderse de algunos de sus tesoros: «No tengo espacio para almacenarlos, así que se han quedado R15 descapotables cuando compraba otros».
 
Dinero y tiempo compensados

El primer 600 que compró Jesús le costó 14.000 pesetas. Ahora, adquirirlo valdría «de 2.000 euros para arriba», apunta. «Hay que tener preparados -añade- unos 4.000 y 5.000 euros para ponerlo a punto». Según narra este empresario, todo el tiempo y el dinero que se invierte en estos vehículos compensa: «Cuando hacemos las concentraciones, toda la gente se queda contemplándolos, mayores y pequeños. Siempre hay alguien que nos dice "Yo tuve uno". Es muy gratificante».

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